miércoles, 2 de octubre de 2019

POR LOS TESOROS DE LA LLANADA ALAVESA

La Llanada alavesa, además de una gran sensación de energía y de paz, regala tres tesoros incomparables: las iglesias pintadas de Alaitza, Gazeo y Añua. Tras siglos olvidadas bajo retablos, sus paredes recuperadas hablan misteriosamente al visitante de una historia convulsa



Atardecer en la Llanada alavesa. La visión de la Sierra de Entzia es un soplo fresco para el espíritu.





Texto y fotos: Cristina Mtz. Sacristán




EN la Llanada alavesa la sensación siempre es de que ha empezado la primavera, pues la paz y la energía acompañan al visitante al mismo tiempo, con ayuda de esas llanuras verdes y amarillas, con los fardos pictóricamente agrupados, las patatas apiladas junto a los arcenes, esas montañas rosadas al desgajarse el sol al atardecer... La hipnosis es algo inevitable, y sorprende por inesperada.

  Al recorrer la zona en busca de sus tesoros, se diría que algo mágico pintó las iglesias y dibujó sus campos… Hace frío y a veces llueve, pero esto sólo contribuye a incrementar la sensación de misterio que atrajo a Iker Jiménez a Alaitza: tras los cristales del coche, empañados y llenos de gotitas, Nuestra Señora de la Asunción aparece fantasmagórica. Está oscureciendo y un perro rompe el silencio con sus ladridos.

  Conocer las iglesias de Lautada es un estupendo pretexto para cerrar los ojos y dejarnos impregnar por la sensación de tranquilidad de la zona. Y, después, abrirlos, para asombrarnos ante esa imponente Sierra de Entzia, en los atardeceres rosados, o ante la visión que ofrece el descenso del Puerto de Opakua. Un espacio que relaja también de forma especial es el Parque Provincial de Garaio, al que accederemos en dirección a Gasteiz y desviándonos hacia Ozaeta. El embalse de Ullibarri-Ganboa es, además de espacio ideal para el ocio –con zona de baños, pesca y paseos-, un centro magnético para aves de gran belleza, que sobrevuelan nuestras cabezas, libres.




  No muy lejos de Agurain, por Arrizala, encontramos otro núcleo tocado por alguna sorgina, por su belleza y energía. De ahí su nombre, Sorginetxe, dolmen que lleva desde el Neolítico desafiando a la gravedad, a través de seis grandes losas de roca caliza que sostienen la de cubierta, y que, según Barandiaran, las brujas trajeron “en las puntas de sus ruecas durante una noche…”. Un ralentizador silencio es interrumpido por algún graznido.




Descargando patatas en Gazeo. Una operación con auténtica musicalidad.








  Otro capricho es acercarse a la cueva de La Leze, en Ilarduia, en el Parque Natural de Aitzkorri-Aratz. Con fauna y flora de roquedo y forestal, esta zona rocosa acoge a buitres leonados, chovas piquirrojas y cuervos. Y no es difícil verlos. Hay quien aprovecha para conocer su quesería de Idiazabal.





  Una localidad muy gastronómica es Alegría-Dulantzi. Allí el restaurante Km. 0 Erausquin confiere ritmo slow a los cocidos, postres caseros y singulares hamburguesas de potro. La plácida sonrisa de Rosa, su propietaria, es contagiada al comensal, entre históricas fotos en sepia. Cerca podemos acceder al Castro de Henaio, poblado romano escondido bajo matorrales. Al amanecer, el rocío parece “inspirar a los joyeros de Swarovski”, como describe Rosa. Se puede llegar a Alegría siguiendo el Camino de Santiago, donde la paz inunda al viajero, a través de pequeños pueblos, enmarcados en el verdor campestre, como Langarika, Gazeo y Ezkerekotxa. En Langarika es bonita la estampa de la iglesia y su frontón desconchado.





Dolmen de Sorginetxe, desafiando a la gravedad históricamente.







  Arribamos al núcleo de Lautada, Agurain, y sus habitantes caminan tranquilos por las calles. Amurallada del todo en el Medievo, la bastida estaba formada por tres calles y cantones. Hoy, en su calle Mayor encontramos un eje estupendo para conocer el pueblo, aún con reminiscencias de aquellos tiempos y la ayuda de su afanada oficina de Turismo. Esta calle es ideal para hacer paradas técnicas, con el pintxo-pote en buen número de bares, menús diarios estupendos y, entre otras sorpresas, el único sommelier por la American Tea Master, Juanjo Barquilla. Se trata de una vía llena de escudos heráldicos, que desemboca en la Plaza de San Juan, famosa por su mercado milenario. Su iglesia homónima, antiguo templo-fortaleza, se sitúa junto a unos soportales, olbeas, en la antigua judería, que nos conducen a palacios del s. XVI al XIX.



  El ayuntamiento tiene como particularidad que alberga, embebida, la ermita protogótica de San Martín. Y por la Kale Nagusi podemos acercarnos a la visión privilegiada de montañas medio nevadas y molinos de viento, desde la Iglesia de Santa María (s. XV). En ella algunos pájaros han anidado en sus oquedades.




  Si el caminante necesita un descanso, qué mejor que bajar a Zadorra Etxea, un agroturismo familiar en el que será difícil despegarse de las sábanas por la mañana, entre un silencio envolvente, sólo roto por el canto de los pájaros…





Plaza e iglesia de San Juan, en el corazón de Agurain.








Sensaciones de misterio en Alaitza
De las tres iglesias pintadas de la Llanada, es la de Alaitza la más sorprendente. Una capa de cal había escondido hasta 1982 estas singulares pinturas objeto de controversia. Y es que ¿qué hacen estas figuras bélicas en medio de un lugar sagrado? ¿Y las estampas cotidianas, descarnadas? Un mono se muestra exhibicionista y una mujer da a luz en un escenario violento. Parece que llevan a alguien al cadalso y doblan las campanas… Algunos historiadores entienden que son pinturas del siglo XII, si nos atenemos al tipo de armas plasmado, mientras que la iglesia data del XIII.



  Especialistas en armamento militar, religión y arte “alucinan”, apuntan en la Cuadrilla de Salvatierra. Nos quedamos pensativos, ante esta arcaica composición, y la mirada se posa en el castillo situado en el centro de este ‘libro abierto’ de Historia. Algunos soldados portan ballestas y parece que quieren invadirlo. Los guerreros, abigarradamente ataviados, tienen algo así como cotas de malla. A la derecha, unos peregrinos invitan a cuestionarse si los otros hombres eran templarios. No todos los historiadores lo corroboran, aunque la situación geográfica de la comarca hizo de ella un lugar de paso para muchos europeos que caminaban en pos de la tumba del Apóstol, desde el siglo XIII.


Pinturas color sangre y enigmáticas en el interior de la iglesia de Alaitza.



  Para redondear la confusión, una serie de letras estilizadas, góticas, casi parecen chinas. Varios expertos trabajaron en su interpretación y traducción, laboriosamente. Hace frío en el interior de esta iglesia misteriosa y de pinturas color sangre. Los historiadores llevan 30 años dándole vueltas. La pintura, tan pueril, no es lineal, e incluso se permite algunos chorretones en sus resinas monocromáticas. De ahí que se piense que los autores no eran profesionales. ¿Graffittis de la Edad Media?



  Intrigados, salimos invadidos por la hipnosis de esas imágenes aparentemente simples, pero que parecen mirarnos a los ojos…


La iglesia de Alaitza, bajo la lluvia.











Clase de catequesis en Gazeo

Gazeo, apartado, tranquilo, atesora una iglesia románica del siglo XIII, y pinturas murales del XIV, que nos reciben como un libro ilustrado. A través de una rica narración, que se despliega ante nuestros ojos. Restaurada a partir de 1968 y, en cinco fases, hasta 1985, esta iglesia sí indica al fiel cómo ha de ser cristiano. Los mensajes, aquí, no son cotidianos y mucho menos bélicos, y se desarrollan con el fin de dotar de significado al sacramento.

  Aunque su autor o autores también son un enigma. Su programa pictórico encajaría en un estilo franco-gótico lineal, como otros templos de Francia o Inglaterra, pero con reminiscencias románicas. La iglesia se encuentra bajo el patronato de San Martín, una de las más antiguas advocaciones de la Península. Su traza es modesta, con planta rectangular y ábside semicircular cerrado por bóveda de horno, con canales lisos al exterior y decorado con estas pinturas medievales, consideradas de las más interesantes de todo el Norte. Carece de campanario y tuvo cuatro retablos, siendo el mayor de estilo barroco. Al retirarlos en 1967 se descubrieron los murales que dormitaban detrás…

  En todo el conjunto observamos pálidos tonos verdes y granates, pero la definición es mayor que en Santa María de la Asunción. De hecho, aquí contamos con unas imágenes complejas, con un suave horror vacui que deja poco espacio a la imaginación. Imágenes planas y gráficas, para que quedara claro el mensaje: mejor no rechistar para no arder en el infierno.


Dani Acevedo fotografía el interior de San Martín de Tours en Gazeo.


  En la bóveda y los muros del presbiterio están dispuestos los principales episodios de la vida de Jesús. Estas pinturas no fueron fáciles de realizar, y el ábside está casi completamente pintado. Cuentan con una técnica mixta, al fresco, para las líneas negras y rojas, y al temple, para rellenar de color.

  Y los retablos dieron paso a esta joya pictórica, a conservar…


Joya del nuevo gótico en Añua
Un puentecito de cuento, cubierto por una auténtica alfombra verde, mullida bajo los pies, nos transporta hasta la elegante iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, en Añua. Nos hallamos en el municipio de Elburgo, a 14 kilómetros de Gasteiz.

  No imponen tanto las pinturas como en las otras dos iglesias, si bien merece la pena descubrir el magnífico ábside de La Natividad y su hermosa arquitectura. En estos muros del siglo XIII, tradición y nuevos planteamientos constructivos se reconcilian, dando origen a un espacio interior puro, esbelto y proporcionado. Y, en su ábside, la iglesia atesoró unas pinturas rojizas –como en Alaitza-, de gran valor estético.

  Es mejor no esperar al atardecer para visitar esta joyita, pues su exterior es muy rico. Nuestra mirada se posará en un innovador módulo de un doble arco apuntado sobre estilizadas columnillas. Esta particular forma de decorar el paramento del ábside es única en el patrimonio medieval alavés

  La arquería ciega resulta muy rara en un pueblecito tan perdido. Y esa cabecera de cubierta armónica, con nervaduras que se cruzan al ritmo del nuevo gótico. Las figuritas en tonos ocres extraños le confieren personalidad propia. Un castillo es defendido por soldados, en esas anómalas referencias bélicas. Podría tratarse de otra escena del ataque a Jerusalén. Aquí también las pinturas fueron ocultadas por retablos del siglo XVI hasta el XVIII. Una vez en restauración, ya desaparecieron y fueron reivindicadas las pinturas.

  Fuera, sopla el solano. Pero ha merecido el frío la visita…



En San Martín de Tours de Arbulo la tortícolis es feliz ante tanta belleza.



Regalos del Renacimiento en Arbulo
Y, si en la Llanada Alavesa las iglesias pintadas están consideradas tesoros, el Renacimiento y otras épocas dieron a luz maravillosas iglesias pinceladas que bien merecen otro capítulo.

  Era propio del siglo XVI que un maestro dirigiera un taller centrado en pinturas murales para templos, como Diego de Cegama, y el territorio alavés cuenta con una especial tradición en este campo

  Comprobamos dicha riqueza, algo anterior al Renacimiento, en San Martín de Tours, en Arbulo. En realidad, los expertos inciden en la convivencia de varios periodos dentro de la misma iglesia. Cuenta con claves muy delicadas, con una policromía muy rica y variada, lacas coloreadas y panes de oro. Brocados al fondo de las claves y grecas exquisitas.

  A 600 metros de altura, San Martín de Tours se despeja del estrés en un punto relajante. En el altar, unos animales dibujados también con pinturas rojizas -un pavo real, unas gallinas, un cerdo...-, y algunas incisiones. Una vez más, el retablo que ocultaba las pinturas fue retirado...

  En Zalduendo se halla el único conjunto civil del siglo XVI conocido que ha conservado pinturas murales renacentistas en el País Vasco. Las grisallas probablemente pertenecen al taller de Cegama (las pinturas están en estudio, debido a su mal estado). En el caso de Heredia, la iglesia de San Cristóbal es también de gran belleza, objeto de estudio de los restauradores. Los casetones serían impactantes reclamos en estos templos, al igual que ocurre en Urbina, Ciriano u Ollávarre, entre otros ejemplos.

  Diversos expertos van revisando este periodo tan rico, y que resulta un placer contemplar. En cambio, sigue siendo algo rústico visitar estos auténticos museos, ya que hay que pedir la llave a algún responsable municipal, desde el alcalde hasta el sacristán. Con todo, cogemos feliz tortícolis, abriendo la boca ante tanta belleza...


Descenso por el puerto de Opakua.


  Para más información: reportaje en la revista Aktual (págs. 6-17)
  Charlando con el sommelier del té por la American Master (Grupo Noticias)

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