Texto y fotos: Cristina M. Sacristán
La impresionante Casa Batlló (Passeig de Gràcia), de noche. |
Visitada por 7,5 millones de turistas al año (datos de 2012), Barcelona es, en muchos lugares del mundo, incluso más conocida que Madrid. Un taxista en New Jersey recordaba con cariño la ciudad condal y "San Sebastian". Un brasileño me hablaba en un trayecto Donostia-Bilbao del gran Gaudí. Es magnética, luminosa, interesante y cosmopolita...
Turistas rusos, boquiabiertos ante la Sagrada Familia. |
Son ya muchos años constatando cómo miles de personas de muy distintos orígenes van ocupando puestos de trabajo barceloneses, especialmente en hostelería. Incluso por delante de Madrid, y desde luego que el País Vasco. En la Sagrada Familia hay un grupo de rusos, que miran a las singulares torres del genio modernista con asombro. Cerca, un chico de Bangladesh trabaja en un puesto hostelero junto con dos cubanos. Habla de cómo el increíble templo de Gaudí siempre está en obras, y de que en invierno el número de turistas baja. Él se queja de que su español no es bueno, pero se explica a las mil maravillas. Enfrente, unos artistas británicos hacen malabares. En la Plaza Catalunya, una chica inglesa, muy rubia, reparte folletos de Barcelona Flamenco, "las mejores producciones del género" en el Palau de la Música...
Las maletas y los diferentes colores de pelo: paisaje BCN. |
Sin llegar a ser tan taxativo, Jordi es un empresario emprendedor que viaja mucho y cuyo hijo está siendo escolarizado en catalán. Le preocupa que no se abra al castellano y al inglés, con fines prácticos y por que "sea abierto". En el metro, siempre leeremos palabras como "Sortida" preferentemente. Eso sucede en Euskadi, donde los letreros no están pensados para las personas foráneas: en primer lugar la indicación es en euskera, luego en castellano y, finalmente, en inglés. Y esto último, sólo a veces. Con lo que cuesta encontrar las combinaciones y destinos, si además no se prioriza un idioma asequible, ¿qué buscamos comunicar al usuario?
El mensaje de la izquierda no llegará a madrileños, sevillanos, ingleses... ¿Endogamia o falta de olfato estratégico? |
Los que somos viajeros nos hacemos a menudo estas preguntas. ¿Para qué sirven las lenguas? En mi opinión, para acercarnos, para llegar, para transmitir. Ahora bien, si sólo queremos comunicarnos en un circuito cerrado, no cabe duda de que algunos muy honrosos idiomas resultan más que suficiente. Una vez comenté con el director de un instituto que Bilbao es raro, que allí no se habla en inglés. "¡Era lo que nos faltaba!", respondió al momento, como si el planeta se terminara en el Cantábrico. Desde luego, noruegos, polacos y croatas tienen claro que aman sus respectivas lenguas, pero que la forma de abrirse al mundo, de funcionar, es dominando el inglés. Y lo llevan a la práctica a diario y fluidamente.
Puede que tengamos que viajar aún más, puede que tengamos que seguir pensando qué objetivos deseamos; si queremos construir países fuertes, pragmáticos, que sepan colocar en su lugar lo que es secundario o rutinario, para usar lenguajes que abran puertas -económicas, sociales, culturales-.
Es muy posible que Barcelona, sin darse cuenta, sea ya una Nueva York o un Ámsterdam mediterráneo, resultando más fuerte su mixtura actual que su pasado. O que ambos aspectos puedan maridar felizmente. Pero, desde luego, la mejor receta, creo, debería regirse, sencillamente, por la inteligencia...
Carteles en el metro barcelonés. |
Revisar, en los posts y los enlaces de El Tintero, y en el apartado Trabajos - Viajes, otras visiones del mundo. Momentos multiculturales en Berlín. La Nueva York plurilingüe y neuyoriquen
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