lunes, 13 de enero de 2014

DE PACTOS CON VARSOVIA



Aun con el peso de un duro pasado sobre sus hombros, la capital de Polonia está más viva que nunca. La visitamos en época navideña, nevada, con mucho ambiente, con el buen sabor de la designación de Cracovia como Ciudad de la Literatura y después de los beneficios de la Eurocopa



Texto y fotos: Cristina M. Sacristán



Chopin mira al horizonte, con su melena romántica al viento. Es el Parque Lazienki y él preside este espacio donde suena su piano.

  Al recorrer Polonia, siempre sorprende el encanto de sus detalles, la suave musicalidad de sus habitantes y sus cosas cotidianas, tras haber sido cruento campo de batalla, especialmente en la II Guerra Mundial... Pero si en alguna parte impacta todo su lirismo es en Varsovia. Hitler se obsesionó con machacar la capital polaca, como un símbolo de ataque al corazón de un país tan "rebelde", y así lo hicieron sus soldados, durante tres largos meses. Los bombardeos y explosivos dejaron Varsovia extenuada en un 90%, nada menos, pero si algo caracteriza a este pueblo es el coraje con el que decidió remontar, rehacerse con ahínco -incluso copiaban la arquitectura de cuadros y fotos supervivientes-, y hoy asistimos a una bella ciudad, renacida por completo, activa, viva, sonriente.

  Entre Cracovia y Varsovia hay enlaces por avión, de hélices, o bien por tren. Ambas opciones son muy literarias y fílmicas, y en el tren, que no coge altas velocidades, se puede ir charlando o leyendo, en compartimentos que facilitan la comunicación. Una vez en la capital, nos recibe un gran árbol navideño, entre la estación y las Terrazas Doradas. De fondo, altos y modernos edificios contrarrestan el pasado soviético, aún presente. Uno de ellos es el esbelto El Velero, del arquitecto de origen judeo-polaco Daniel Libeskind, cuya forma emula una vela. Al día siguiente realizarán el encendido de las luces de Navidad, y la calle Krakowskie Przedmiescie nos envuelve en una iluminación mágica, que proyecta imágenes en edificios como el de la Universidad. Una joven pareja, él chileno y ella polaca, se quieren hacer una foto juntos con este bonito paisaje urbano de fondo. Los gorros con orejeras y los gruesos guantes son inevitables. Es sábado y la gente hace compras y sale a tomar algo de buen humor...



Nieve en la entrada al Parque Real Lazienki, hecho museo.


  Nada que ver con ese pasado duro de Varsovia. Capital polaca desde el siglo XVII, ha visto cómo prusianos, suecos, turcos, rusos, nazis... aprovecharon la llanura de Polonia (312.000 m2), su accesibilidad y lo estratégico de su posición en el centro de Europa, para tratar de invadirla, en demasiados casos con éxito. Durante 123 años, Prusia, Rusia y Austria se la repartieron, y recuperó su libertad en 1918. Cuatro años antes de esa invasión, Polonia había disfrutado de su propia Constitución, que reconvirtió en 1950 -pero bajo el guante soviético-. Esta Historia de Polonia la ha tenido bastante exhausta, y es en este siglo XXI cuando la vemos renacida, esperanzada, con reprise, no con un nivel de vida alto pero sí mejor que el de países vecinos como Bulgaria, República Checa o Hungría. Polonia, además, fue la primera nación que plantó cara al régimen soviético y logró zafarse de él. Por detrás irían los países mencionados.

  A pesar del buen ambiente que hoy se respira en la ciudad, hay presentes importantes símbolos de la controversia y del dolor sufrido. Por ejemplo, su Palacio de la Cultura y de la Ciencia sigue sin ser del todo digerido, ya que, a pesar de su imponente estampa, es sentido como una imposición de Moscú. Algo así como el Empire State polaco, tiene las mejores vistas de la ciudad, y por él han pasado figuras como Leonard Cohen y los Rolling Stones. Y asistimos a un museo que abrirá sus puertas en otoño, que no tiene parangón: el Museo de la Historia de los Hebreos Polacos. De diseño espectacular -algo similar al del Guggenheim Bilbao-, pretende mostrar al mundo 1.000 años de la historia de los judíos. Enfrente, en la plaza, unas esculturas que evocan la marcha de familias judías hacia Treblinka. Sus caras no pueden ser más desgarradas...

Bonitas casas de camino al centro histórico de Varsovia. Nadie diría que esta urbe quedó hecha cenizas en la II Guerra Mundial.


  Una película que muestra extraordinariamente el maltrato a los judíos polacos es El pianista. El personaje principal del filme es un músico polaco de origen judío que trabaja en la radio y que ante la llegada de los nazis se esconde, siendo un gran testigo del terrorismo que allí tuvo lugar. Polanski quiso narrar las experiencias de Władysław Szpilman (1911-2000) durante la Segunda Guerra Mundial, y lo hizo con éxito: una Palma de Oro en Cannes, tres Oscar (uno de ellos para Adrien Brody), 7 Premios César... En opinión de Agata Witoslawska, directora de Turismo de Polonia en Madrid y criada en Varsovia, esta película refleja perfectamente los horrores que sufrieron los judíos polacos. En 1943 los judíos en el guetto se levantaron contra los nazis, con una gran represión (de los judíos de Cracovia les hablé hace dos posts).

  Pero el pianista que preside Varsovia es Fryderyk Chopin (1810-1849). Compositor e intérprete, se formó en la capital polaca y en 1830 viajó a Francia. Al fallecer en París, su hermana solicitó que, ya que su cuerpo sería enterrado en la capital francesa, al menos su corazón reposara en su natal Varsovia. Así se hizo, y el alma de tanta genialidad fue depositada en la Iglesia de Santa Cruz.

  Chopin está encarnado en una potente escultura en el Parque Lazienki. Waclaw Szymanowski la realizó en 1926, pero fue destruida durante la segunda gran guerra. Como tantas cosas importantes de Varsovia, fue erigida de nuevo en 1958. Ha nevado bastante y el paisaje es blanco en Lazienki; un pato precioso, de cara esmeralda, se muestra aterido de frío, por el camino. Las ardillas corretean mientras unos pájaros vuelan, alegres, en torno a una jaula de madera con agujeros redondos. En este idílico y amplio espacio los reyes tenían sus baños, hasta el último monarca polaco, en el siglo XVIII. Hay varios palacios, estatuas clásicas y un estanque, algo versallesco pero, como comprobamos por toda Polonia, sin una gran ostentación.



 

Hanna muestra cómo quedó el centro de la ciudad en la II Guerra Mundial.



  Otra de las personalidades que nacieron en Varsovia fue María Skłodowska-Curie (1867-1934), galardonada en dos ocasiones con el Premio Nobel en Química y Física. Hija de maestros, su casa natal sigue situada en la calle Freta 16, en la Ciudad Vieja. Por Varsovia, como en Berlín, veremos muchos murales, y en uno de ellos aparece un homenaje a esta gran científica y pensadora.

  Al igual que Poznan y Wrocław, Varsovia cuenta con excelentes profesionales, con la mayor concentración de la energía intelectual y artística, y en los centros científicos y de investigación: 12 de cada 1.000 habitantes trabajan en institutos científicos. Sus 65 escuelas superiores son tan apreciadas como la propia Universidad. La Escuela de Economía de Varsovia, la Universidad de Música Chopin y su Academia de Bellas Artes son otros puntales intelectuales, de forma que de noche encontramos tomando algo a algunos españoles afincados allí, con trabajos técnicos, y encantados de sus vivencias, incluso con el frío.




Sosteniendo el mundo sobre sus hombros, en una de las hermosas salas del Castillo de Varsovia.



  Así, la Ruta Real, toda una resurrección de la vieja ciudad, es un placer, también con la nieve. En ella nos encontraremos con otro monumento a Adam Mickiewicz, y al final de la calle más comercial, con el Museo de Chopin (ojo con los horarios de cierre). El ambiente es muy agradable en la Plaza del Mercado (Rynek Starego Miasta), donde poder tomar viandas típicas polacas sin que el bolsillo sufra mucho. Merece la pena, de forma reseñable, el recorrido por el interior del Castillo de Varsovia, con esos finos detalles dorados, el pequeño trono entre terciopelos burdeos, la sala dedicada a 23 pinturas de Canaletto, sus salones... Allí mismo nos mostrarán cómo hubo de ser reconstruido a partir de sus ruinas, desde 1971. Hoy resulta como un símbolo del orgullo polaco, de su capacidad para revivir.

  Varsovia está dividida en dos, atravesada por el Vístula. Al otro lado merece disfrutar del barrio bohemio de Praga, ideal para que se larve la vida artística. De hecho, la eclosión del arte va in crescendo allí. Actualmente la ciudad es, como decimos, nueva, y un símbolo de ello es su esplendoroso Estadio Nacional, donde se disputaron los partidos decisivos de la Eurocopa de 2012. Otro ejemplo serían su Museo de la Ciencia y su Planetarium, modernísimos. Por sus calles vemos una curiosa y anacrónica palmera, el Parlamento y a Charles de Gaulle, caminando a paso firme.




La vieja muralla nevada y el ladrillo típico de Polonia, junto al Castillo, conforman un bonito paisaje urbano en invierno.



  En Polonia, miembro de la Unión Europea desde 2004, aún se paga en zlotych. Cuatro equivalen a un euro, y el nivel de vida es todavía muy asequible para los bolsillos españoles. La bajada de bandera del taxi cuesta como 1,20 euros al cambio, y la carrera, de unos 10 minutos, sale por 3. Pero los sueldos medios son de unos 1.500 zlotych al mes, mientras la clase media puede alcanzar los 2.500-3.000 y los jubilados sólo cobran 1.000. Por ejemplo, un pan costaría 3 zlotych. Por esa razón no es común que las familias polacas salgan con alegría a comer fuera, si bien la comida típica, además de muy seductora, para nosotros es aún asequible.

  Polonia se benefició mucho de las infraestructuras generadas en torno al Europeo, y algunas carreteras cobraron vida. También se generó muchas divisas, y entretanto el país recibía ayudas de la UE. Dicho apoyo tenía de duración hasta finales de 2013, así que este año se verá en qué situación quedan. Para ello, cumple su función la eficaz Elzbieta Bienkowska, ministra de Desarrollo Europeo, designada por el presidente de la República, Bronislaw Komorowski. El PIB ya no está creciendo tan deprisa, y se ha ralentizado este pasado año, recuerda Witoslawska.


El espléndido Estadio Nacional fue escenario de la culminación de la Eurocopa en 2012.



  La vida nocturna en Varsovia es muy animada. Asistimos al espectáculo Hollywood Na Foksal, en el que evocan canciones de Hollywood. Sin el descaro propio de los cabarets -lo eslavo es lírico, fino, poco explícito, a todos los niveles-, pero divertido. Los polacos bailan en ambiente de guateque al terminar los espectáculos en directo, y toman bastantes copas en los locales nocturnos. Algunos españoles que están trabajando o estudiando en Varsovia congenian con los oriundos. Se muestran encantados, incluso en plena nevada. Y es que, efectivamente, Polonia ya no es lo que era, y su capital tiene brillo propio. Lejos queda la devastación que sufrió, y sus escritores, científicos, músicos, artistas... le han devuelto el protagonismo que merece.




El Museo de Chopin, al caer la noche en la ciudad. En realidad la sobremesa de la comida parece la de la cena... 




Para más información: Tras los pasos de Szymborska y Conrad
Reportaje sobre la nueva Ciudad de la Literatura, ayer en Ara Tu
Reportaje sobre gastronomía polaca en Carta de las Culturas
Galería Fotográfica complementaria de Varsovia
Polonia, esa discreta dama desconocida (El Tintero, 2013)
Programa de Onda Vasca sobre la Polonia de la Unesco (diciembre 2013)
Varsovia, una ciudad verde emblemática en Europa (2020)
Otros reportajes y programas sobre Polonia recogidos en El Tintero (si quieren saber de algún destino concreto, tengo más enlaces y pdfs)
Turismo de Polonia
Turismo de Varsovia
Warsaw in your pocket

2 comentarios:

  1. Me ha encantado tu reportaje . Te sigo amiga.
    Para mi fue una experiencia inolvidable visitar Cracovia y Varsovia.
    Espero volver.

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    1. Me alegra mucho, Herminda. Ciertamente, Polonia es siempre una buena opción. En este blog están recogidos algunos de mis amplios reportajes por Gdansk, Triciudad, Poznan, Varsovia, Wroclaw... pues sus literatos, músic@s, arquitectura, historia, gastronomía, etc. son encantadores.
      Un abrazo

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