Esta vez me costó más preparar el viaje. La estancia iba a ser más larga, había más cabos que atar, más interrogantes, piezas que no casaban.
La crisis económica en la prensa española ha provocado que los periodistas que luchamos por nuestra vocación de informar hayamos tomado otros, nuevos caminos. Fórmulas imaginativas para llegar hasta el final, para poder seguir abordando noticias con acierto.
Así que las dos últimas semanas fueron un sprint de gestiones, de cerrar trabajos, de compilar información... El fin de semana fue intenso y no hubo demasiado tiempo para el descanso. Bueno, como había ganado unos kilos, pensé, no me iría mal tanto trajín para estar en forma...
Pero todo parecía complicado. Miraba el calendario y sentía un pequeño vértigo ante tantos asuntos que atender... ¿Lo conseguiría con éxito?
El lunes, a primera hora, fui cerrando bolsas, guardando cargadores, completando la maleta. Ya empecé a recobrar la sensación de libertad que me lleva produciendo toda la vida el hecho de viajar. Coger el autobús y sentir el frío en un Burgos nevado antes de llegar a Madrid. Atravesar con ferry a la isla de Creta y arribar cuando aún no había amanecido. Madrugar para sobrevolar las Bardenas Reales en globo. Atravesar los fiordos en lancha rápida con la mina del boli y las manos congeladas por el agua-nieve. Disfrutar del sol perenne en el transoceánico a Nueva York. Incluso siendo retenida en el JFK por la alarma de la década del 11-S. O tener que pernoctar en Frankfurt a causa de la huelga de controladores franceses, regresando de Zagreb... Siempre todo merece la pena.
Porque el viaje es el camino.
Mi maleta recientemente estrenada se quejaba de tanto jersei de invierno, calzado, documentos y libros. Traté de convencerla de que necesitaba todo para esta estancia larga. Ella protestaba, remolona, y yo veía que se me echaba el tiempo encima para llegar al aeropuerto. Había intentado hacer una lista en la que no me faltara de nada, pero ella no quería soportar tanta carga.
Entonces comprendí, recordé, una lección de vida. ¿Qué necesitaba en realidad para este viaje? Mi documentación, el portátil, la cámara de fotos, un buen abrigo, unos guantes. Si se me rompían las botas, las podría comprar en Berlín. Teniendo un par de vaqueros y otro par de pantalones cómodos, y algún vestido, me podía arreglar perfectamente. No tenía que ir a una cena de gala. No aparté ni un libro, pero empecé a quitar ropa...
Y mi maleta me hizo un guiño. ¿Ves? Así, la vida es más fácil, parecía decirme...
Liberada y contenta, la iba a cerrar y ella pareció invitarme a meter el último capricho. Quizás esa mascarilla para el pelo. Sí, venga, eso ya te dejo. Y, una vez ajustada la cremallera, la vi que me miraba guapa, proporcionada, como coqueta.
Y me encaminé al aeropuerto con todo lo necesario para circular por el mundo... ¿Para qué más?
"We were born with nothing. We´ll die without taking anything.
But anyway we keep on fighting to be owners of something".
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En el aeropuerto de Bruselas confluimos, cómplices, personas de diferentes orígenes en la zona wi-fi. Antes había coincidido con un ingeniero y una psicóloga donostiarras que viven en Alemania desde hace años. Comentábamos cómo se vive en un país y en otro. Que hay muchas diferencias.
Y, en el avión a Berlín, tranquilidad y silencio. Ya estaba en Centroeuropa...
Hay una característica en Alemania, y en concreto en Berlín, y es cómo te trata la gente cuando te ve con una maleta. Es como si fueras empujando el carro de un bebé o como si tuvieras 90 años: te abren paso, te sonríen, te dicen que no te preocupes si tratas de apartarte en el metro, torpe, o incluso te preguntan si necesitas ayuda.
Se defendió como pudo,
pero cuatro aeropuertos seguidos
fueron demasiadas batallas sin tiempo a recuperarse.
(...)
Cuando llegó a mí aún respiraba,
pero estaba irremediablemente herida,
como un caballo cojo,
que por su propio bien
sólo se le puede dar un disparo,
con todo el amor
con que se despide a un compañero de guerra
(Bibiana Candia: La rueda del hámster)
Me gusta cómo describe la ingeniosa Bibiana Candia la 'muerte' de su maleta al llegar a instalarse en Berlín. Bibiana y yo coincidimos en algunas visiones de la vida, y yo mantengo uno de mis lemas a fuego: 'Suitcases were born to be broken'.
Y las maletas parecen saberlo. Saben que han de morir para que nosotr@s avancemos...
Abrazada, una vez más, por la serena amabilidad de l@s berlineses, me sentí en casa. Como si volviera al hogar tras un largo viaje... 7 grados y cielo triste, pero cuánta vida en esta ciudad de sueños... Ya en Hermannstrasse cené lasaña casera con una alemana nacida en la Selva Negra, un viajado burgalés, una barcelonesa que dejó atrás la luz del Mare Nostrum y una griega que aún no domina el alemán.
"Mi patria son mis afectos", dijo un escritor hace un tiempo. Y los sueños compartidos, añadiría yo...
Mi maleta ha encontrado un sitio en un rincón de la habitación, y ahí reposa como un perro fiel. Gracias a ella, tengo conmigo todo lo que necesito. Así que continúo el viaje, hacia adelante...
Para más información: ¿Por qué no viajar? y Desde el viento (Fitur, viajes, vuelos, poesía, vidas esenciales)
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Mi maleta ha encontrado un sitio en un rincón de la habitación, y ahí reposa como un perro fiel. Gracias a ella, tengo conmigo todo lo que necesito. Así que continúo el viaje, hacia adelante...
ResponderEliminarDesde el principio al fin, me ha encantado, me alegro mucho de haberte encontrado en mi camino, contigo aprendo siempre. Gracias me recuerdas a veces a alguien...
Gracias, Ana! Cuando viajo siento tanta alegría y libertad que este tipo de escritos me salen solos... Ojalá todo el mundo viajara más, y así hubiera menos rarezas y menos guerras... Seguiremos informando, y seguiremos preservando la juventud que da convivir en la diversidad :-)
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