Texto y fotos: Cristina M. Sacristán
Él le compró una prótesis de pecho para que se la pusiera y ella le dejó... lógicamente. |
Ese caldo de cultivo es ideal para que se den exhibiciones como la del Museo de las Relaciones Rotas. Tras comprobar que da gusto ir a los baños de muchas cafeterías y bares zagrebíes, por sus originales diseños, casi un guiño, y que niños y adultos disfrutan sin estridencias de los espectáculos callejeros, asistimos a una exposición sin precedentes: la de objetos de parejas que decidieron dejarlo, y que han ido siendo donados a este espacio de la mítica Ciudad Alta (Upper Town), no muy lejos del Museo de la Ciudad de Zagreb.
Una carta de amor hecha pedazos... |
La idea se tradujo en una exposición que pasó a ser itinerante y en la que otras parejas rotas aportaban nuevos objetos de sus relaciones acabadas. Y, con el tiempo, todo aquello se fue traduciendo en un museo de lo más heterogéneo, donde cada objeto cuenta una historia real y concreta y es recuerdo de un momento feliz o de una etapa desastrosa. Lo ideal sería poder acumular decenas de los primeros, así que el Museo de las Relaciones Rotas vende gomas de borrar para eliminar del mapa los malos recuerdos...
Hoy, nos sorprenden ciertas intimidades agrupadas por bloques temáticos, desde los álbumes de fotos de la boda, pasando por ropa o discos, hasta los preservativos y el consolador fosforito. A veces las historias son irónicas o tienen ingredientes de humor, mientras que otras son productos de auténticos corazones rotos. No es una invitación al chiste esta curiosa exhibición...
¿Qué pinta un hacha en medio de esto? Todo tiene una explicación, y en este caso sería "terapéutica", cuando ella lo abandonó por otra mujer y a él le dio por partir leña... Como esa carta de amor que ya perdió su sentido, y que se hizo añicos de cristal... Una alemana donó un precioso vestido de boda, cuando decidió rehacer su vida en Berlín, y un enanito de jardín esloveno, algo desconchado, describe la arrogancia de él a la hora de zanjar la relación. Unas esposas para usar a puerta cerrada, de origen croata; caballos de cristal, un teléfono móvil, menaje de cocina, prendas de baño, unos calzoncillos... la mayoría, de desamores centroeuropeos, testigos mudos del sol y la lluvia, de sonrisas compartidas y frío en habitaciones separadas...
Sí hay algo de melancolía en los países eslavos, tan vapuleados durante décadas, pero es curioso, pues al salir del museo brilla un sol sureño, la gente pasea románticamente por la fotogénica zona alta zagrebí y varias parejas contraen matrimonio en la barroca iglesia de Santa Catalina, a tan sólo unos metros... Eso es Zagreb: reinvención en estado puro. Vanguardia junto a lo clásico, sonrisas y horizontes frente a las sombras del pasado... La vida se renueva, y las heridas no impiden volver a intentarlo. Una vez más, y otra, siempre con la esperanza de compartir las alegrías y los malos momentos con alguien que sepa luchar por una vida plena...
Para más información: Página Museo de las Relaciones Rotas
Oficina de Turismo de Croacia en Madrid.
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