Texto y fotos: Cristina M. Sacristán
En busca de maletas y de alojamiento, de madrugada en Barajas (Madrid). |
Un pequeño grupo de periodistas viajeros hemos tenido la feliz oportunidad de conocer la capital croata, Zagreb, días antes del ingreso en la Unión Europea de ese país de mixtura eslavo-mediterránea. Sufrimos un retraso en nuestro vuelo desde Zagreb a Frankfurt el pasado lunes, de forma que nos vimos obligados a dormir en la urbe empresarial germana, al perder las conexiones la mayoría del pasaje. Pero al día siguiente estalló la revolución francesa.
Los controladores galos, como cada vez que quieren reivindicar algo, aprovecharon su situación neurálgica en cientos de vuelos internacionales para interceptar nuestro paso. Nadie podíamos sobrevolar ayer el espacio aéreo francés. Por ejemplo, a Bilbao no llegó ni un solo avión de Alemania y de Francia. En Frankfurt, decenas de personas se hacinaban frente a los mostradores de Lufthansa e Iberia, tratando de encontrar vuelos alternativos. El caos era total y lo cierto es que el personal de Lufthansa, siempre tan efectivo, nos trataba con una llamativa frialdad. Se les había desconchado el planning y resolvían como máquinas, pero sin mirarnos a los ojos, sin empatizar. Tardaron horas en traernos agua y no nos proporcionaban acceso a internet. Estaban desconcertados y los vuelos alternativos se llenaban por momentos. Pero éramos cientos y cientos de personas a quienes atender y costaba mucho encontrar combinaciones con acierto.
Así, una pareja que venía de Camboya logró volar a Bilbao pasando por la italiana Bolonia y después por Madrid, perdiendo una maleta por el camino. Tenían que trabajar hoy y no les fue posible. Pisaron en poco más de un día seis países distintos. Dos músicos caribeños regresaban de gira en un transoceánico y debían llegar a Madrid a través de Frankfurt. Al encontrarse con el tomate francés, en pleno jet-lag, y al concertarles un vuelo mediante Venecia, arribaron a Madrid más pálidos que morenos...
Además, en Venecia hubo un nuevo retraso, de forma que los hubo que perdieron el avión después, en Madrid. Colas en Iberia, de madrugada, ya que a algunos nos habían perdido la maleta con tanto tránsito y porque había que alojar a muchas personas. Lo mismo estaba ocurriendo en decenas de ciudades del mundo.
Muchos hemos visto retrasadas nuestras citas y trabajos, algunos volvieron a perder vuelos, nos han tenido que prestar ropa limpia... Un encargado de Iberia italiano me decía en Venecia que "toda Europa está así". Patas arriba. A Bilbao no están llegando muchos alcaldes europeos que venían a un encuentro presidido por el laureado Iñaki Azkuna. Y todos nos preguntábamos: ¿Conseguirán los controladores franceses sus objetivos? Sin duda, con estas medidas drásticas, que afectan a medio planeta, es muy posible que sí, pero yo les pregunto desde aquí: Y a nosotros, ¿quién nos indemniza por los malos ratos, las pérdidas, los trastornos, los trabajos que no llegan a tiempo, las broncas recibidas?
¿Tan poco les importamos los ciudadanos sencillos, de a pie? ¿Merecen ellos conseguir lo que buscan a nuestra costa? Que yo sepa, a Hollande no le han estropeado ningún viaje... Yo sería más solidaria con su causa si no hubiéramos sentido su desprecio.
Sobrevolando los Alpes, antes de aterrizar en Venecia. |
Somos tan parecidos y hermanos cuando estamos juntos, entre las nubes... Esa es la Cara B en las situaciones adversas.
Recién recogida, por fin, mi magullada maleta, seguiremos informando...
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