El Tintero: LA LECCIÓN DE KANDINSKY

Texto y fotos: Cristina Mtz. Sacristán

Los caballos están presentes en buena parte de la obra de Kandinsky.

Cuando el Museo de Bellas Artes de Bilbao cumplió 100 años, le dije al entonces director de la pinacoteca, que estaba haciendo de cicerone para mostrarme sus obras favoritas, que yo iba a dejar la talasoterapia y me iba a dedicar únicamente a ver exposiciones de Arte. Esa sensación la he revivido hoy en el Guggenheim Bilbao, al reencontrarme con un viejo amor, Kandinsky, en un despliegue maravilloso de las pinturas y dibujos que conserva el Guggenheim de Nueva York. La inquieta fotógrafa internacional Erika Ede me ha dado paso a la exposición, como quien no sabe que está haciendo un regalo, ignorante de la alegría que me ha producido visitar la obra del genial autor de origen ruso.

Viendo la interesante exposición del Guggenheim.

Fuera, llovía a mansalva. Insistente e ininterrumpidamente. Regando el cuerpo florido de Puppy. Pero la recompensa merecía la pena: llegar y olvidarme de la caladura para disfrutar del color y la luz de uno de los principales creadores vanguardistas del siglo XX. Sumergirme en sus bailes de formas y sus vericuetos entre aparentes huevos fritos e incluso pizzas, que en su mente, al parecer, tenían otros significados. Pero no importa: me gusta dejarme llevar por las sensaciones que autores como Vasily Kandinsky obran en mí, ya que son artistas muy sensitivos, o al menos producen muchas sensaciones en el respetable. Eso es que mueven y remueven, que hacen su trabajo bien.

Una de las primeras obras pictóricas de Kandinsky.

En este feliz paseo, lleno de formas, círculos, personajes desdibujados, algo así como islotes e incluso órganos vitales, he podido constatar por qué el genio ruso me gusta tanto: él logró combatir los fantasmas a golpe de brochazo colorista, los malos augurios llenando de vida sus pinturas, las clausuras nazis de centros de creatividad tan importantes como la Bauhaus a través de imágenes llenas de luz y de colores. De imaginación. Como una afrenta, como una actitud ante la vida que deberíamos aprender, ahora que tratamos de salir de un periodo marcado por la monotemática pandemia. Que lo cambia y lo dirige todo.

Pues sí, Kandinsky decidió que el cierre de la Bauhaus por parte de los nazis o las crisis europeas debido a los encontronazos bélicos no iban a oscurecer sus obras. Por el contrario, les dota de más luz y colorido que nunca. Exhibe sus ganas de vivir.

Los nazis calificaron las obras de Kandinsky, Gropius y otros creadores de la Bauhaus de "degeneradas", razón por la que les clausuraron. Kandinsky nunca se rindió, y siguió produciendo sin volverse taciturno, sin llenar de grises sus creaciones, sin doblegarse al pensamiento único. Como cuando se dejaba llevar por el mecer de sus primeras vacaciones con su pareja, también artista. Esa fue su principal aportación, a mi entender, a la sociedad de su tiempo.

Pionero de la abstracción y reconocido teórico de la estética, es uno de los artistas más innovadores de comienzos del siglo XX. Su propósito de liberar a la pintura de sus vínculos con el mundo natural le llevó a descubrir una temática nueva basada únicamente en la "necesidad interior" del artista, cuestión que le acompañaría toda su vida.

Aquí Kandinsky ensayó con las formas diversas. Parece que se divirtió.

Kandinsky encajaba en la Bauhaus porque era una escuela de arte y diseño convencida de que el arte es capaz de transformar al ser humano y a la sociedad.

Luz, color, viveza. Luz. Kandinsky en estado puro.

Al hacer parada técnica en el baño del Museo, siempre se conserva la inspiración. Los azulejos son de diversos colores y de fondo se oye el vídeo en el que la comisaria neoyorquina habla de la obra de Kandinsky en el Guggenheim Nueva York. Todo es inspirador aquí, desde el contenido hasta el continente. El genial Gehry así lo decidió y se diría que se compinchó con seres como Kandinsky para que periodistas inquietas como yo fueran muy felices, en el futuro, visitando museos del mundo...